Esta semana hablé por teléfono con un amigo y cuando le pregunté qué estaba haciendo me dijo que estaba en la sala de su casa leyendo las noticias en el periódico local. En tono de broma le pregunté si había encontrado una buena noticia y me respondió rápidamente con un “no” rotundo. Al parecer las malas noticias salen a luz mientras que las buenas se pierden en el anonimato social.

Entre las malas noticas que recibimos constantemente una ha sido particularmente devastadora. En Siria hay una especie de guerra civil y cientos de personas se ha visto en la necesidad de huir del país para intentar salvar sus vidas. Ha sido impresionante ver las imágenes de personas amontonadas en embarcaciones intentando llegar a otro país que los acoja. A pesar que esta situación se ha venido dando por varias semanas, la noticia tomó unos tintes realmente trágicos cuando unas embarcaciones se hundieron y muchas personas murieron ahogadas. Entre los que desafortunadamente perdieron su vida se encontraban algunos niños y la fotografía de un pequeño de tan solo tres años en la orilla del mar en una costa de Turquía le dio la vuelta al mundo e hizo que muchos empezáramos a tomar conciencia de la magnitud de esta tragedia.

Tengo que reconocer que esta situación me ha puesto realmente triste y me llena de impotencia al ver que la tragedia es mucho mayor que cualquier habilidad de hacer algo para ayudarles. Las fotografías de padres llorando y abrazando a sus niños mientras desesperadamente buscan un refugio se han quedado grabadas en mi mente y corazón por días. En estos momentos no puedo solucionarles su situación, pero sí puedo orar y pedir que el Señor de la gloria tenga misericordia de aquellos que sufren tanto.

Ahora bien, en ocasiones oramos como si fuera el último recurso que tenemos. A veces cuando decimos “solamente podemos orar” suena a resignación porque las otras alternativas se han acabado. Nada de esto está más lejano de la verdad. La oración es y debería ser nuestra principal actividad en todas las circunstancias. Solamente hay un Dios y no soy yo. No puedo solucionar los problemas tan grandes que existen en el mundo, pero sí tengo el privilegio y responsabilidad de orar para que Dios intervenga y tenga misericordia de los que sufren. Esta noticia ha hecho que recuerde lo importante que es la intercesión por los demás.

También es cierto que yo no puedo solucionar los problemas del mundo, pero sí puedo marcar la diferencia en aquellos que se encuentran a mi alrededor. Como cristiano, yo soy las manos y pies de Jesús para bendecir a los que se topan en mi camino. Cuando vemos las circunstancias extremas en el mundo es fácil paralizarse o volverse apáticos. No podemos ayudar a todos, pero sí podemos ser de ayuda para alguien necesitado. Solamente tenemos que abrir nuestros ojos y ver de que manera podemos servir a los que tanto lo necesitan.

Estos días he recordado la historia que Jesús contó acerca de las ovejas y las cabras. Se encuentra en Mateo 25:31-46. Es un pasaje controversial y se podrían decir muchas cosas acerca de él, pero simplemente quiero que note que Jesús marcó una diferencia entre aquellos que ayudaron y los que no. Además, la característica esencial de las personas que necesitaban ayuda es que no podían dar nada a cambio. La ayuda que agrada al Señor es realmente altruista y al servir a otros servimos al mismo Jesús.

Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, con todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones se reunirán delante de él, y él separará a unos de otros, como separa el pastor las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda.

»Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: “Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento; necesité ropa, y me vistieron; estuve enfermo, y me atendieron; estuve en la cárcel, y me visitaron.” Y le contestarán los justos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos como forastero y te dimos alojamiento, o necesitado de ropa y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y te visitamos?” El Rey les responderá: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí.”

»Luego dirá a los que estén a su izquierda: “Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y ustedes no me dieron nada de comer; tuve sed, y no me dieron nada de beber; fui forastero, y no me dieron alojamiento; necesité ropa, y no me vistieron; estuve enfermo y en la cárcel, y no me atendieron.” Ellos también le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, o como forastero, o necesitado de ropa, o enfermo, o en la cárcel, y no te ayudamos?” Él les responderá: “Les aseguro que todo lo que no hicieron por el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron por mí.” Aquéllos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.

A pesar de que estamos rodeados de malas noticias lo animo a que juntos podamos ser un vehículo de buenas noticias. El evangelio es efectivamente las buenas nuevas que el mundo tanto necesita. Sin embargo, Jesús también desea que ayudemos a los más necesitados. Siempre podemos y debemos orar por la paz mundial y por aquellos por los que estamos imposibilitados de ayudar. También debemos orar por aquellos que están cercanos y a la misma vez debemos buscar maneras tangibles para servirles. Al hacerlo, estaremos sirviendo al mismo Jesús que nos salvó y a quien representamos.

NOTE: Octavio Esqueda is among the featured columnists at , and this article was also published in Baptist Press.